Durante el siglo 20, los tres sectores de actividad humana organizada tuvieron cambios sustanciales. El sector público pasó de gestionar menos de un 10% del PIB en los países desarrollados a más de un 40%, creándose el macro-Estado. En el sector empresarial cabe destacar las multinacionales; según Naciones Unidas, en 2012 había más de 100.000 empresas multinacionales que tenían más de 900.000 filiales en el mundo. El sector social eclosiona llegando a superar los 4 millones de organizaciones no lucrativas, gestionando un porcentaje del PIB similar al del sector público a primeros del siglo 20, aunque una gran parte de su financiación procede de subvenciones públicas.
Con el macro-Estado, el sector público ha pasado de gestionar menos recursos que las empresas y que los particulares, a gestionar más recursos que ambos e incluso, en varios países europeos, a gestionar más que ambos juntos.
El macro-Estado controla completamente la cultura, la economía y la sociedad. Como he explicado en otros trabajos, el neointervencionismo ha financiarizado la economía y zombificado las empresas, empezando su nacionalización hacia el año 2010. Es conocido que los medios de comunicación (información) también están institucionalizados, igual que el resto de los contrapoderes, como el sector social (asociaciones) y los abogados, mediante el premio (subvenciones y otras) y el castigo (represalias tributarias, judiciales, etc.).
Con la educación y la ingeniería social se consigue un alto nivel de indoctrinamiento, radicalización, deshumanización e idiotización en toda la población. Se utiliza la sanidad para aumentar la enfermedad, el totalitarismo y el empobrecimiento masivo, llegando algunos a afirmar que nos están exterminando.
El macro-Estado es el mayor productor de problemas que hacen que la sociedad destine gran parte de sus recursos a paliar esos problemas, impulsando la decadencia.
El macro-Estado ha sustituido la libertad, la justicia y el progreso por el neointervencionismo, la corrupción, el autoritarismo y la inercia de un mundo criminal que nos han llevado a la decadencia. La decadencia en todos los países de la Unión Europea queda reflejada en el informe de ésta: “PROYECTO EUROPA 2030. Retos y oportunidades”, publicado en 2010.
Podemos calificar el macro-Estado como neocomunismo.
Es decadente que se gestione centralizadamente la mayoría de la economía, porque elimina la libertad, la autorresponsabilidad y la meritocracia, creando un sistema totalitario. Es injusto y decadente que la corrupción sea el principal negocio en el mundo (5% del PIB en 2018, según Naciones Unidas), un 4,8% del PIB en 2018 en la Unión Europea según ésta y un 8% en España. Es injusto que una gran parte de los trabajadores no tengan suficientes medios para vivir dignamente. Es injusto y decadente que los trabajadores sean los principales perjudicados del macro-Estado. Es injusto que la mayoría de la población haya impuesto el macro-Estado a los demás. Es peligroso que las autoridades públicas puedan incumplir la ley impunemente, creando regímenes totalitarios y autoritarios.
En esta situación, la mayoría de la población desconfía de las instituciones, extendiéndose la idea de que las instituciones “no nos representan”. A pesar de ello, las masas siguen apoyando a candidatos de partidos políticos corruptos y a las voraces democracias, renunciando a su libertad y a su dignidad.
Dada esta situación, los miembros de la metamafia institucional (políticos, jueces y otras autoridades públicas) desprecian a toda la población.
Sin duda, puede afirmarse que la emoción que domina a las autoridades públicas es el desprecio.
El desprecio es una emoción, similar al odio que implica un sentimiento de superioridad. Los políticos son conocedores de su superioridad, respecto del resto de las personas. Esta superioridad se la proporciona el hecho de que manejan el poder institucional y social (mediante la institucionalización de toda la sociedad), dirigen la economía, gestionando la mayoría del dinero que se produce y ganan más que los empresarios.
El desprecio es una sensación intensa de falta de respeto y aversión hacia los despreciados. Es público y notorio que los políticos no respetan a los ciudadanos, que los ciudadanos les parecen repugnantes a los políticos y que los políticos rechazan que los ciudadanos puedan valerse por sí mismos, como lo prueba la existencia del macro-Estado que, además, ha sido creado por las peticiones y votos de las masas.
Suele humillarse a quien se desprecia y más en el caso de la psicopatía, propia de quienes tienen un poder excesivo, y por quienes tienen impunidad, características ambas de las autoridades públicas.
El desprecio y la decadencia también pueden verse en las redes de tratas de personas o de pederastia en las que están implicadas miembros de la realeza, directivos de Naciones Unidas, políticos, jueces, empresarios de grandes empresas, etc.
El macro-Estado es el mayor explotador de los trabajadores, como suele decirse: “Un mileurista es un dosmileurista atracado por el Estado”. A pesar de ello, la mayoría de los mileuristas creen que son explotados por las empresas y apoyan al macro-Estado. Por esta confusión, los dirigentes empresariales desprecian a los mileuristas.
La mayoría de la población tiene una idea muy distorsionada del funcionamiento de las cosas y de los problemas. Ven el mundo al revés, creen que los problemas los crean quienes forman parte de la solución y piden soluciones a quienes han creado los problemas y se favorecen con ellos. Esta cultura de la ignorancia hace que los gobernantes -que saben cómo funcionan las cosas- aumenten su desprecio hacia los gobernados.
Resulta despreciable que la gente defienda a quienes más le perjudican; por eso, también es habitual que las personas con un cierto nivel de conocimientos, desprecien a las masas.
En las propias masas, por efecto de la radicalización, quienes defienden una postura desprecian a quienes defienden la contraria, incluso llegando al odio más visceral.
El coronavirus es un macro-acelerador que está aumentando el totalitarismo y la esclavización, pero también está aumentando la disidencia, impulsando que una minoría suficiente consiga cambiar el sistema. Para ello, debe acabarse con la historia del poder, donde una minoría siempre se ha aprovechado de la mayoría, hasta destruir todas y cada una de las civilizaciones que han existido.
En otras palabras, el absoluto desprecio hacia los gobernados, el macro-Estado y la inteligencia artificial hacen que esté muy cerca la esclavitud total, salvo que se inicie una Era post-democracia.